“La Palma de por sí es una isla literaria”: Esteban San Juan presenta la serie de cuentos ‘El noble arte de morir’ (libro publicado en Ápeiron Ediciones)
- Ápeiron Ediciones
- hace 4 días
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Que cada día se publiquen nuevos libros es una excelente noticia, pero que los publique un novelista palmero la hace aún mejor. Que nuestra tradición literaria es más que notable, lo sabemos: magníficos poetas, periodistas o ensayistas la han dotado de personalidad propia a través de los siglos. A ellos se suma la presencia, cada vez más destacada, de novelistas de nuestra isla o que han vivido entre nosotros (entre otros, Anelio Rodríguez Concepción, Luis Carlos Castañeda o María del Mar Rodríguez). El auge de la novela negra hace que esta ocupe un lugar destacado en el gusto de los lectores y nuestro invitado ya forma parte de los autores que conforman ese universo «noir» que enriquece y expande los moldes del género, haciendo suyas características propias de la novela realista, la novela social o la psicológica.
Por ello, es un auténtico placer presentarles la nueva obra de Esteban San Juan Hernández. La constituye un conjunto de trece relatos cuyo título es El noble arte de morir. En ellos, la muerte será el elemento que les dé soporte y que hará desfilar ante el lector las más variadas formas de morir: suicidio, homicidio, asesinato, accidente…, con las que el autor nos sumerge de lleno en su relato.
Esteban San Juan nace en 1976 en Santa Cruz de La Palma; es doctor en Filología Hispánica, por la Universidad de La Laguna y compagina la escritura con la profesión de docente que actualmente desempeña en un instituto de enseñanza media de Fuerteventura. El noble arte de morir es su cuarta publicación. Las tres anteriores son novelas pertenecientes también al género policiaco: Nunca olvidaré su adiós (2020), premiada en el V Certamen Corcel Negro de Entrelínea Editores, No siempre llueven vírgenes (2020) y la tercera, El juego de los ególatras (2023), fue premio «A sangre fría» de Novela Negra de Ápeiron Ediciones. A su producción literaria se suma la publicación, en el ámbito universitario, de diversos artículos en revistas especializadas, tanto nacionales como internacionales. En fin, un filólogo de pies a cabeza que cuida el lenguaje con esmero, lo estiliza y desnuda al máximo eliminando lo superfluo para que el lector se sumerja sin distracciones en los avatares de la trama. Las piruetas argumentales, llenas de giros inesperados, y las pinceladas de realismo mágico nos mantienen alerta hasta el final (un final que también suele pillarnos por sorpresa). Y como último guiño a los palmeros que aún no conozcan la obra de San Juan, me permito sugerirles que comiencen con la lectura de Nunca olvidaré su adiós y prosigan con El juego de los ególatras. Así comprobarán que los espacios físicos en los que se desarrolla la acción de ambas novelas son más que reconocibles para el lector de esta isla y puede que también algunos de los personajes que por ellas desfilan, lo que añade un atractivo especial al interés de la trama. De este modo, observaremos cómo evoluciona el autor hasta llegar a El noble arte de morir, en el que San Juan sintetiza con acierto las principales características de su mundo literario.

Fotografía del escritor Esteban San Juan (2024) | Pilar Fernández García
La presente entrevista fue realizada al autor, el sábado 22 de marzo de 2025, en la Biblioteca de Teatro «Antonio Abdo» en Santa Cruz de La Palma.
Ana María Cabezola Martín. La estructura clásica del género criminal se adapta perfectamente a tu estilo, a tu manera de abordar el texto. ¿Cómo se te ocurrió combinar en el mismo molde lo negro con elementos del realismo mágico? ¿La interacción con cualquier género es posible?
Esteban San Juan Hernández. Se trata de una mezcla que nació de forma natural, casi sin darme cuenta. La creación literaria tiene un componente muy importante de exploración por parte del autor. Así, por ejemplo, en El noble arte de morir he procurado que los puntos de vista de los relatos sean diferentes haciendo uso de los dos tipos clásicos de narrador: el interno y el externo. De igual modo, hay un intento de que los personajes tengan un toque de extravagancia que no había plasmado anteriormente en las novelas. Centrándome en la pregunta, siempre he sido admirador de García Márquez y, en consecuencia, del realismo mágico. Las narraciones que discurren por esta vertiente resultan muy sugestivas para los lectores, pues permiten ampliar los horizontes de nuestra imaginación y dar cabida dentro de la normalidad a sucesos fantásticos que dan sentido a lo que se quiere transmitir con los personajes. Uno de los cuentos que más se acerca al realismo mágico es «La niña telépata»; el mismo nombre de la protagonista, Remedios, es un guiño a Remedios la Bella, de Cien años de soledad. Pues bien, sin desvelar mucho de su contenido, Remedios es una niña ingenua que vive en su mundo de sucesos sobrenaturales como un intento de acorazarse frente a una madre autoritaria. La telequinesis que es capaz de llevar a cabo es una forma de decirle a su madre que rechaza la realidad gris y opresiva que le ha tocado vivir por imposición. El género negro, por el contrario, nos conecta más con nuestro yo más visceral. Aquí no hace falta que los personajes se embarquen en sucesos fantásticos, pues se hace uso de un estilo más directo, más descarnado; no hay paliativos. Creo que la combinación de ambas corrientes, el realismo crudo y el mágico —como es el caso, por ejemplo, de «La isla del fin del mundo»—, ofrece una visión más completa y compleja de la realidad que nos ha tocado vivir, y, en consecuencia, las interpretaciones y las reflexiones por parte del lector oscilan entre lo metafórico y lo prosaico, como es, en definitiva, la vida misma. Por último, creo que es posible —y soy un defensor de ello— la interacción entre los géneros; tal vez no con cualquier género, tal y como me planteas, porque resultaría una tarea muy compleja. Todo lo que enriquezca la narración bienvenido sea. La cuestión es explorar y ver cuál es la reacción de los lectores, quienes, al fin y al cabo, son los que van guiando la labor creativa.
AMCM. Agatha Christie, Raymond Chandler, Edgar A. Poe, Patricia Highsmith… La lectura de grandes maestros del género se adivina en varios de los relatos, por ejemplo, en «La casa del fin del mundo». Los tópicos son recurrentes: la mansión aislada, la tormenta, el encuentro de unos personajes que no se conocen entre sí, unos crímenes atroces, un final inesperado que permite una vuelta de tuerca más a los moldes clásicos del género… ¿Deben estos tópicos estar presentes invariablemente para que un relato de crímenes funcione?
ESJH. Depende en gran medida de la intención del autor. Si se pretende que una obra de misterio funcione, el escritor ha de proporcionar al lector lo que podríamos llamar anclajes conceptuales básicos. En la narración que has mencionado, «La casa del fin del mundo», hay misterio porque la incertidumbre y el aislamiento no dejan de estar presentes. Sin embargo, dado que en El noble arte de morir la muerte y los conflictos humanos están por encima del misterio, cabe la posibilidad de saltarse las convenciones del género, de jugar con ellas en una especie de ejercicio o pirueta literaria. El caso más destacado es «El relato de un crimen». Aquí hay un suceso extraño, un detective, una mansión venida a menos, la desesperación del cliente por resolver el caso. Sin embargo, y sin desvelar nada, adelanto que hay una convención básica del género negro que me salto en este cuento; espero no defraudar a los lectores.

Información sobre la obra y compra del libro:
AMCM. Los personajes femeninos me han resultado muy interesantes. Algunos también forman parte de los clásicos del género, como la femme fatale que describes en «El jardinero»: un triángulo amoroso, la fuerza del deseo sexual, un hombre sometido al antojo de una mujer bella y manipuladora que quiere conducirlo a la destrucción. ¿Estas pulsiones básicas, hoy convertidas en tópicos gracias al cine o a la literatura, son inmunes al paso del tiempo? ¿Se puede seguir escribiendo indefinidamente sobre ellos?
ESJH. Desde mi punto de vista, cualquier aspecto de la esencia del ser humano que provoque un conflicto puede ser un material legítimo de la literatura. Hay que tener en cuenta que el mito de la mujer fatal trasciende lo literario y lo encontramos con fuerza en el cine o en la ópera, lo cual es un indicativo de lo sugestivo y socialmente relevante que es este tipo de personajes. Recordemos que mujeres como Lilith, Helena de Troya, Carmen (de Merimée), Salomé (en la versión de Wilde) o el personaje femenino de Adiós, muñeca (de Chandler) no solo han ayudado a establecer los cánones del mito, sino que también siguen siendo demandados por el público actual. Dando un paso más en la respuesta, me atrevería a decir que la encarnación de la mujer fatal por actrices que van desde Laurem Bacal o Bette Davis hasta Sharon Stone o Kim Basinger ha sido fundamental en sus carreras. No sé hasta qué punto se podrá escribir indefinidamente sobre estas mujeres, pero que, en la actualidad, es un tema que no está agotado; creo que es innegable. En mis novelas No siempre llueven vírgenes y El juego de los ególatras la femme fatale ocupa un puesto de honor.
AMCM. En relatos como «Ingrid» o «El metro» nos presentas a unas protagonistas tocadas por el dolor y el vacío existencial que ven la muerte como la única salida posible al sufrimiento. ¿No hay esperanza o redención para estos personajes?
ESJH. El dolor que se aborda en los relatos que has mencionado es muy profundo. Lo peor, desde mi punto de vista y desde mi propia experiencia, es la incomprensión por parte de una sociedad que no está sensibilizada con las que podríamos llamar enfermedades del alma. Nos resulta más fácil y objetivo tener compasión por alguien que padece de cáncer o de esquizofrenia, por ejemplo, que de quien se ha cansado de vivir porque la vida ha dejado de tener sentido. Al igual que la mujer fatal, ha sido un tema recurrente en la historia de la literatura. Se me vienen a la mente la obra de Dostoyevski El sueño de un hombre ridículo o Los vencejos, de Aramburu. En ambas se ahonda con una precisión pasmosa en el origen y en los síntomas del vacío existencial por el que me preguntas. ¿Hay esperanza o redención para estos personajes? La respuesta podría ser tanto afirmativa como negativa. Por desgracia, para las personas que sufren de este mal, la única redención posible es la no existencia. La única esperanza posible radicaría en la sensibilización y en la educación, herramientas que nos permitirían abordar como sociedad este mal. Que la literatura aborde este asunto es de vital importancia, pues es una manera eficaz de confrontar al hombre con su dolor.
AMCM. El Antiguo Testamento siempre ha sido una fuente inagotable de inspiración para pintores, escritores y cineastas. Personajes como Adán y Eva o Caín y Abel nos vienen a la memoria en relatos como «El jardinero» (en el primer caso) y en «El hotelito» (en el segundo). ¿También te ha atrapado a ti la magia de estos estereotipos?
ESJH.Que los estereotipos ayudan a comprender mejor un texto literario es algo que he comprobado recientemente. En un curso de bachillerato en el que imparto clase, después de haber explicado el texto narrativo, se me ocurrió, a modo de experimento, pasarles «El jardinero». Para mi sorpresa, no solo les gustó, sino que enseguida vieron claro el trasfondo bíblico de los personajes y se dedicaron a hacer interpretaciones. La historia de Caín y Abel ha sido otra constante en la literatura. No hay más que echar un vistazo a obras como Abel Sánchez, de Unamuno, o Caín, de Saramago. Se trata de un estereotipo que funciona muy bien en el tipo de obras que escribo porque, de tan conocido y cercano a la experiencia de muchos de nosotros, al lector no le cuesta ponerse en el lugar de los personajes que versionan a estos hermanos. De este modo, en muchas ocasiones entendemos el porqué de un crimen y, aunque no lo justifiquemos, nos ayuda a ponernos en la piel del asesino. Aquí me declaro deudor de mi adorada Patricia Highsmith. Su manera de enfocar un asesinato resulta muy original y, en cierto modo, trasgresora. No hay más que releer las páginas de su magnífica novela El talento de Mr. Ripley, en la que el protagonista resulta exonerado de sus crímenes.
AMCM. En «El dedo» aparece tangencialmente la pedofilia en la Iglesia, en «Ingrid», el bullying o las adicciones a fármacos o ansiolíticos. Partiendo del análisis de la época en la que vivimos, ¿te has planteado profundizar en la crítica de los diversos males que aquejan a nuestras sociedades, como la corrupción política, la violencia sexual, las mafias… al modo de Alexis Ravelo o Petros Markaris?
ESJH. La crítica social profunda es muy compleja y, desde mi punto de vista, precisa de una mayor extensión para poder abordarla con cierto rigor. En El juego de los ególatras sí me atreví a entrar de lleno en el tema de la corrupción política y policial. Con El noble arte de morir me propuse, sobre todo, hacer hincapié en los problemas humanos a nivel individual. De todas formas, que una joven sufra un vacío existencial, que no pueda cortar el hilo castrante que la une a su padre, que necesite evadirse del yugo de su madre o que no dé crédito a que una persona adulta se desentienda de lo que pueda haberle ocurrido a un niño son conflictos individuales que, indudablemente, necesitan de una revisión en el marco de la sociedad en que vivimos.
AMCM. A diferencia de libros anteriores, en ninguno de los relatos de esta entrega aparecen las localizaciones reales ni el tiempo exacto en los que transcurren los hechos. Otras veces se soslaya los nombres de los protagonistas. ¿Qué buscas en esta indefinición?
ESJH. En el caso de las novelas, desde el principio tuve claro que debían estar ambientadas en Santa Cruz de La Palma y en Corralejo. La localización fue fundamental para crear la atmósfera de las tramas. Sin embargo, con los cuentos me pasó justamente lo contrario; es decir, era prioritario que carecieran de geografía. La ausencia de localización, desde mi punto de vista, no solo favorece que el lector se deje llevar por la imaginación, sino que también, dada la complejidad de los conflictos humanos que se abordan, contribuye a crear la sensación de que lo narrado nos atañe a todos, con independencia de los lugares en los que vivimos o que conocemos. Así, por ejemplo, los temas de los padres castradores («El ojo» y «La niña telépata»), de la religión («El dedo» y «La casa del fin del mundo»), de la metaliteratura («El relato de un crimen» y «El hotelito»), de los matrimonios mal avenidos («Elisa» y «El jardinero») y otros tantos adquieren una dimensión de universalidad que, de otro modo, tal vez no tendrían. El único cuento que se inspira en una localización real es «La casa del fin del mundo». Hace unos años visité la Fajana de Franceses. Se trata de un paraje sencillamente mágico. Cuando se me ocurrió la idea del relato, supe enseguida que debía estar ambientado en ese lugar. En lo que se refiere al tiempo, al igual que ocurre con el espacio, me pareció más interesante que las historias transcurrieran en una indeterminación. En ninguno de los cuentos se aportan datos referentes al mes, año, estación o período temporal en que se desarrolla la trama. Sin embargo, en algunos de ellos, a través de elementos que se nombran (como el caso del metro en «El metro») se puede llegar a la conclusión de que los sucesos se circunscriben a la época actual. No obstante, como los conflictos que se desarrollan son atemporales, podrían haber ocurrido en cualquier período de la humanidad.
AMCM. Dice el personaje de Horacio Bermúdez en «El relato de un crimen»: «Esta mañana me he encontrado con el relato de mi muerte». Se entremezclan y confluyen presente y futuro. ¿Nuestra muerte está escrita? ¿Es imposible escapar del destino? ¿Existe la esperanza del libre albedrío para el ser humano?
ESJH. El tópico de la muerte escrita (o la imposibilidad de escapar de nuestro destino) ha sido muy recurrente en la historia de la literatura; la tragedia clásica es el máximo exponente de ello; también lo podrían ser La Celestina o las obras de Shakespeare. Dentro del género policíaco, cabría destacar Cita con la muerte, de A. Christie, novela en la que da la impresión de que el personaje que aparece asesinado no podía escapar de su destino debido a que concitaba el odio de las personas que tenía a su alrededor. En la vida real, no creo en absoluto que nuestra muerte esté escrita, aunque bien es cierto que en buena medida vamos escribiendo nuestro destino. En cualquier caso, voy a hacer una pirueta metaliteraria a este respecto y me sumaré al pensamiento de Wilde, que decía que la vida imita al arte (La decadencia de la mentira). En este sentido, como tema narrativo, resulta muy sugestivo pensar que el destino está escrito. Esto puede configurar un clima de suspense que cree en el lector la inquietud por llegar hasta el final del texto a sabiendas de que tal final es inalterable (es lo que ocurre en Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez). Tal inquietud se basa en que la literatura ha sabido trasladar a sus receptores una verdad alternativa que resulta creíble. En el caso de El noble arte de morir, por el título y la naturaleza de la obra, el lector sabe de antemano que en cada relato habrá alguna muerte; no obstante, he procurado que el desenlace sea inesperado, algo así como un giro que sorprenda.
AMCM. El protagonista de uno de tus cuentos más complejos, «El hotelito», es escritor de novelas de misterio. En él está presente también la figura de la poeta e intelectual palmera Leocricia Pestana Fierro (Santa Cruz de La Palma, 1853-1926) como elemento de metaficción. Es la literatura dentro de la literatura al modo cervantino. ¿Son solo guiños al lector o persigues con esta técnica un fin más complejo?
ESJH. La ‘metaliteratura’ es un concepto que siempre me ha cautivado. Hay que tener en cuenta que siento una especial debilidad por el Barroco y por autores contemporáneos como Borges, que ha basado buena parte de su literatura en la metaficción. En principio, la metaliteratura nace como un juego. Se le presenta al lector una conexión entre la realidad que se va creando con las palabras y otra realidad literaria. Uno de los casos más conocidos es el del personaje Augusto Pérez, de Unamuno. Creo que los diálogos entre el protagonista de la novela, Niebla, y el trasunto literario del autor son de una indudable genialidad. En el caso de «El hotelito», la creación de un personaje con el nombre de Leocricia Pestana nació como un guiño a los lectores palmeros. Como la Leocricia de verdad, que se refugia en la Quinta Verde, la Leocricia de mi relato huye de las circunstancias adversas que la rodeaban y se aísla en un pequeño hotel de montaña. De igual modo, y sin desvelar mucho del contenido del relato, es un personaje que se nombra y que no aparece, aspecto inspirado en la leyenda de la Dama Blanca. La otra narración en la que está presente la metaficción es «El relato de un crimen». Aquí, la metaficción no solo nace como un juego, sino que, además, es fundamental para construir el misterio que se plantea. Que una persona que acaba de comprar una casa encuentre en su interior un libro con la historia del inmueble y sus habitantes y que él mismo aparezca en uno de los capítulos viene a ser algo así como el libro dentro del libro. En definitiva, soy de la opinión de que la metaliteratura tiene un gran potencial: crea misterio, desconcierta, juega con el lector, hace guiños…
AMCM. Para terminar este encuentro me gustaría que comentaras la siguiente cita tuya: «La Palma de por sí es una isla literaria que se presta no solo al género negro, sino a cualquier tipo de literatura que se pueda escribir» (disponible en este enlace). Por otro lado, ¿significa esto que tienes previsto ampliar tu horizonte y abordar nuevos géneros y diferentes temáticas? ¿O permanecerás fiel al negro?
ESJH. Es indudable que La Palma tiene unos encantos que la hacen única. No hablo solo de su belleza, que salta a la vista, sino de la atmósfera humana que envuelve la isla. No hay más que sentarse a media mañana en una de las terrazas de la capital y simplemente dejarse llevar por el oído. La cantidad de historias que podemos escuchar en las mesas de al lado son un indicativo de que, como mínimo, el palmero es un excelente narrador. La vida cotidiana adquiere dimensiones de realismo mágico, las vivencias de la infancia cobran en muchos casos un carácter épico, los apodos son en sí mismos más elocuentes que una profusa descripción realista y lo insólito se cuenta de tal manera que es imposible no prestar atención. Este material puede transformarse en poesía, en novela histórica, en crónica, en narración policíaca e incluso en novela picaresca. En definitiva, el palmero tiene mucho que aportar a la ficción. Un aprendiz de escritor debe estar abierto a la experimentación. Yo comencé con el género negro porque, en mi experiencia como lector, es el que más tengo presente. Con El noble arte de morir se me presentó la oportunidad de explorar el realismo mágico, que también estaba en mi cabeza de lector. Lo que quiero decir con esto es que en mí está la voluntad de seguir explorando nuevos temas y estilos. Lo único que me veo incapaz de abordar es la poesía, pues, parafraseando a Cervantes, es la gracia que el cielo nunca quiso darme.
El noble arte de morir es un conjunto de cuentos que explora el universo de la muerte desde múltiples perspectivas. Hay relatos para todos los gustos y maneras de morir. En unos, se ahonda en la psicología de unos personajes estrambóticos que ansían la muerte como la única escapatoria posible a unas vidas anodinas o llenas de sufrimiento (Elisa, Ingrid, El metro). En otros, la muerte llega como un modo de expiar los pecados propios y los ajenos (El ojo, El dedo). No se ha pasado por alto el deseo de matar, concebido como consustancial al ser humano (La casa del fin del mundo) y como una necesidad generada por diversas circunstancias (El jardinero, La niña telépata, La cena). También está presente el olvido como una forma de morir (Senderistas). Inspirados en Patricia Highsmith, hay relatos en los que se justifica el crimen (El relato de un crimen, El hotelito) o en los que no queda más remedio que encubrirlo (La Nacha). Con un estilo que oscila entre el realismo mágico y la crudeza del género policíaco, cada relato se decanta por un tono diferente. En unos predomina el humor y la ironía, en otros la desesperanza, la desolación, la ternura, la venganza…, que son, en suma, máscaras con las que los humanos afrontamos la muerte y hacemos de ella un arte.
Esteban San Juan (1976) nace en Santa Cruz de La Palma. Cursa estudios de Filología Hispánica en la Universidad de La Laguna, centro en el que obtiene el título de doctor con su trabajo Variación lingüística y red social en una comunidad canaria. Ha publicado varios artículos de lingüística en revistas especializadas. En el terreno de la ficción cuenta con tres novelas de género policíaco: No siempre llueven vírgenes (2020), Nunca olvidaré su adiós (2020) y El juego de los ególatras (2023, obra ganadora del Premio «A sangre fría» de Novela Negra 2022 de Ápeiron Ediciones). Actualmente, ejerce como profesor de Lengua Castellana y Literatura en un instituto de la isla de Fuerteventura.
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