Reseña de la obra de teatro "La torre" (de Hugo von Hofmannsthal)
Reseña escrita por Alba Ramírez Guijarro
¿Quién es Segismundo? El protagonista de La torre desafía al lector con una identidad que se transforma a medida que avanza la obra. Un preso, un príncipe, un rebelde o el mismísimo diablo son solamente algunos de los roles que le asignan los otros personajes en los que se recrea Hugo von Hofmannsthal. Esta obra de teatro está dividida en cinco actos unidos por una profecía que desvela qué ha conducido a Segismundo a la cárcel. Ese desvelamiento no es una explicación o una justificación de los hechos, sino una aclaración a partir de la cual surgen numerosas dudas acerca de la jerarquía social y política que conforma el marco de esta historia. La superioridad del rey sobre el gobernador, la autoridad del gobernador sobre el pueblo y la perplejidad de un médico que hace de testigo ante una situación tan insostenible como terrorífica nos muestra una crítica feroz hacia una sociedad basada en un sistema corrompido. Lo más perturbador, sin embargo, es el nivel de interpretación de esta obra: mientras un análisis superficial puede conducirnos a una interpretación según la cual esta (re)presentación es un grito ante el poder de un contexto histórico hoy obsoleto, una reflexión basada en los elementos simbólicos de esta tragedia puede llevarnos a escuchar un constante y atemporal aullido ante el pánico y la crueldad que constituyen el mundo.
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Hay puntos de inflexión muy llamativos en la trama de La torre, como por ejemplo el cambio de decisión del rey a raíz de sus temores acerca de su herencia o el títere en el que se convierte el gobernador, siempre a los pies del rey. También resulta sorprendente el enorme peso de las ideas implícitas en una culpa innata o congénita, algo cuyo pulso intermitente y desolador hace que el lector quede tan desorientado como ese Segismundo que llega un momento en que no sabe si está vivo o muerto. A su vez, el ritmo de lo trágico se mantiene mediante las voces de padres adoptivos, nadies (siempre en plural, pululando alrededor de Segismundo) que aparecen y desaparecen sin saber si Segismundo está enfermo o cuerdo, si merece la gracia de Dios o el odio de los hombres. Se diría que a diferencia de otras obras teatrales donde no existe narrador o donde su posición es explícita, en La torre el narrador está velado y a la vez desvelado porque no se encuentra ausente y tampoco puede ser señalizado a través de un personaje o un discurso, sino que su voz se propaga mediante una luz que sufre sucesivas metamorfosis y nos permite apreciar un escándalo del que ni siquiera Segismundo, paño maleable de todo y de todos, es consciente en su eterna celda donde la pérdida de inocencia consiste precisamente en el incomprensible sufrimiento de no haber tenido ninguna oportunidad para perderla. La torre es una obra que, como señala Roberto Vivero en la introducción de esta traducción, podría ser hoy representada en España porque a diferencia de las obras de Shakespeare, Cervantes o Goethe (siempre actuales), esta obra de Hugo von Hofmannsthal es una obra inactual, como las de Nietzsche, Proust o Kafka, y precisamente por eso este momento sería tan bueno como cualquier otro para representarla y, yo añado, tan bueno como cualquier otro para leerla y pensarla.
Hugo von Hofmannsthal (1874-1929) con tan solo 17 años llamó la atención de los círculos literarios —y no solo vieneses— con su drama lírico Gestern, al que no tardaron en seguir Der Tod des Tizian y Der Tor und der Tod. Asiduo del mítico Café Griensteidl —frecuentado, entre otros, por Hermann Bahr, Arthur Schnitzler y otros miembros de la Jung-Wien—, fue allí donde conoció a Stefan George. Para Richard Strauss escribió los libretos de óperas como Elektra, Der Rosenkavalier, Die Frau ohne Schatten y Die ägyptische Helena. Dentro de su obra dramática, destacan sus misterios Jedermann y Das Salzburger grosse Welttheater, y la tragedia reseñada La torre.
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