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Reseña escrita por José Luis Rodríguez


La recuperación estos últimos años de las obras «olvidadas» de Enrique Jardiel Poncela ha sido una labor ardua, meritoria y… caótica. Como es conocido, Jardiel Poncela excluyó de la edición de sus Obras Completas casi todos sus trabajos de juventud (sin duda, en un ejercicio demasiado severo de autocrítica), que quedaron dispersos y olvidados en las hemerotecas. Enrique Gallud Jardiel, nieto y estudioso de Jardiel Poncela, ha sido el encargado de buscar, recoger y editar, casi de manera arqueológica, esa infinidad de textos de su abuelo publicados en numerosos diarios y revistas. Lamentablemente, a este proyecto editorial le ha faltado la más mínima coherencia, toda vez que los muchos volúmenes (Textos huérfanos, Jardieladas, El amor es un microbio, La cabeza desagradable y otros escritos de humor, Obra inédita, etc.) han ido apareciendo en editoriales distintas, algunas pequeñas y de dificultosa distribución, lo que ha convertido la tarea de los jardielistas en un acto heroico. Pero bien está lo que bien acaba y parece que al fin se cierra toda esa importante labor de salvamento con este libro de Ápeiron Ediciones que comentamos ahora, Textos perdidos y encontrados.


Parte importante de la crítica siempre ha considerado la literatura de humor como de rango inferior al resto de géneros. Naturalmente, no está de acuerdo Jardiel Poncela, quien siempre preconizó la superioridad de éste sobre el género dramático. Para él, la comicidad era uno de los frutos de la civilización ya que surge directamente de la inteligencia. Para poder entenderlo y apreciarlo en profundidad ha de poseerse una sólida cultura, una aguda sensibilidad y un buen conocimiento del propio idioma. En España el género humorístico, ya sea teatral, poético o narrativo, siempre tuvo grandes cultivadores, tanto provenientes de la literatura popular como de las vanguardias: Juan Pérez Zúñiga, los hermanos Álvarez Quintero, Carlos Arniches, Pedro Muñoz Seca, Wenceslao Fernández Flórez, Ramón Gómez de la Serna, Miguel Mihura, Edgar Neville, Álvaro de Laiglesia, Alfonso Paso… Seguramente el mayor genio entre ellos fue Jardiel Poncela, del que se puede decir que está viviendo ahora una segunda y plena juventud editorial.





La escritura de Jardiel Poncela es vanguardista, a veces absurda, siempre inteligentísima y ágil. En sus breves textos cabe casi de todo: historias delirantes, parodias, pastiches, reportajes periodísticos, crónicas de sociedad, críticas de teatro, aforismos, micro-teatro, epistolarios, anuncios, artículos pseudocientíficos o filosóficos, entrevistas, definiciones, encuestas, autocríticas… Lejos de lo que pueda parecer, estas piezas requieren una lectura atenta, ya que están llenos de juegos de palabras y dobles sentidos que pasarán inadvertidos con una lectura superficial y rutinaria. Humor blanco, no exento de numerosas cargas de profundidad explosivas, cuya única intención es arrancar una sonrisa al lector, lo que no es pequeño propósito. En resumen, unas obras ingeniosas, disparatadas y divertidas —en muchos casos políticamente incorrectas— que constituyen un auténtico antídoto contra el humor ramplón de estos tiempos.


Siguiendo el criterio de otros volúmenes recopilatorios anteriores se ofrecen mezclados textos de todos los géneros; tampoco se informa de la procedencia de cada una de los escritos rescatados (cosa que no entiendo), lo que impide ubicar cada uno de ellos dentro de la trayectoria general del escritor madrileño. En cualquier caso, Textos perdidos y encontrados recupera 41 piezas olvidadas, de las cuales doce son poemas —nuestro autor fue un habilísimo versificador—. Estas obras se encontraban dispersas en periódicos y semanarios cómicos como La Correspondencia de España, ABC, La Nueva Humanidad, El Heraldo de Madrid, La Libertad, Buen Humor, Ondas, Gutiérrez o Mundo Gráfico. En estos textos nuestro autor se encontraba todavía en pleno proceso de formación y afirmación de su estilo (algo titubeante en algunas piezas), pero donde ya se encuentran muchos de los tópicos y procedimientos de su humor, aunque sin llegar a las altas cotas alcanzadas por sus obras canónicas. Algunos de los mejores textos del volumen son las colecciones de refranes («Al que madruga le cuesta mucho trabajo levantarse»), definiciones («Guantes: Fundas para conservar siempre frías las manos»), encuestas («Escribiré algunas cartas contra… No sé aún contra quién; pero, desde luego, contra alguien. Miguel de Unamuno») y aforismos, en los que Jardiel Poncela llegaría a ser un consumado maestro. Sorprendentemente, los aforismos reunidos bajo el epígrafe de Exabruptos, son serios y profundos, sin un ápice de comicidad.


Si hoy viviera, Enrique Jardiel Poncela no podría escribir ni una sola página y estaría «cancelado» por los nuevos bárbaros, que no son otros que las poderosas hordas wokistas. Por suerte, podemos leer unos textos —de momento sin tener que pasar a la clandestinidad— que resultan unos poderosos antidepresivos que además no precisan receta médica.


Vínculo al texto completo de la reseña. Enrique Jardiel Poncela: Textos perdidos y encontrados (Ápeiron Ediciones) – ·Libros de Cíbola·:




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